domingo, 9 de octubre de 2016

PINTURA DEL CINQUECENTO


Dos grandes figuras vendrán a completar la lista de maestros renacentistas, aunque esta vez en lo que a pintura se refiere: Leonardo da Vinci y Rafael, el primero de los cuales será el prototipo absoluto de hombre del Renacimiento (pintor, escultor, inventor, etc.).

Las obras de Leonardo poseen un cierto misterio (empleará la técnica del sfumato para envolver sus representaciones de una especie de sugestivo velo difuminador) que las hace especialmente sugestivas, además de que su maestría técnica y el enorme conocimiento que posee del cuerpo humano le posibilitarán abarcar aquel registro de emociones que desee representar.

Gran observador de la naturaleza humana, el estudio psicológico realizado de sus personajes queda patente en retratos como el de la universalmente famosa Gioconda.
Cinquecento Italiano. Sagrada Familia de Rafael

Rafael, gustoso de modelos de una ingenuidad y belleza equilibrada en sus inicios, perfectos ejemplos del más puro clasicismo, sufrirá una evolución enorme en su pintura a partir de la asunción de diversas influencias, llegando incluso a rozar el Manierismo en sus últimas piezas.

Además, también será posible encontrar de nuevo la representación miguelangelesca en obras como los frescos de la Capilla Sixtina, además de una veneciana en las figuras de Giorgione, el maestro del color y las composiciones mitológicas Tiziano, el Veronés y el Tintoretto, sin olvidar a los manieristas Correggio y Parmigianino.


Rafael Sanzio de Urbino (1483-1520)

Su mérito es la de ser un gran técnico de la pintura, sabiendo conciliar armoniosamente las delicadas formas de Leonardo y las terribles descargas espirituales de Miguel Ángel. Su pintura cuenta con un dibujo irreprochable y una riquísima paleta de variados colores. Su obra más representativa es la Escuela de Atenas.




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